‘Dilexit nos’ (Nos amó). Reciente encíclica del Papa Francisco.
Ir a las fuentes del Espiritu mediante una espiritualidad encarnada.
Hace ya cierto tiempo el Papa Francisco señaló que una de de las grandes crisis que empieza a enfrentar la humanidad es la crisis de deshumanizacion. Vienen tiempos en que imperará lo inhumano. Eso implica la necesidad de profundizar sobre la desfiguración de la humanidad. Cada vez nos importará menos nuestra propia vida, y la vida de los demás. No nos importará lo que pase. Seremos cada vez mas indiferentes. N nos importará ni el hombre ni Dios, ni la creación. Los síntomas aparecen visibles con claridad.
Esta crisis se profundizará aún mas con el desarrollo de la inteligencia artificial, que generará a su vez otras crisis y desfiguraciones. En este contexto, iniciando la ultima semana de octubre el Papa ofreció al mundo su cuarta encíclica. Para los católicos y creyentes de firentes denominaciones es una invitación a adentrarse en el amor de Dios para alimentar el amor al projimo y el amor a sí misma, así mismo. Imperativo del primer mandamiento de Dios que desde distintos hechos de Cristo como el de la cena de la pascua, (Lc 22,7) las Bienaventuranzas (Mt 5, 3-12) El buen samaritano (Lc. 10,25 ss); se hace carne en la realidad histórica de la humanidad para devolverle el valor y el sentido a la vida y a la carne misma que sin el don de Dios no vive. El amor de Dios, tan genuino, tan transparente e inconcidional salvará a la humanidad en la época moderna.
Con esta encíclica el Papa, que es el hombre_ amigo de todos y de tantos alrededor del mundo, e invita a los no creyentes a buscar aún mas dentro de sí el valor de la vida y de la persona humana que vaciada, pierde todo sentido.
Abordando, recordando, la piedad popular que desde lo sencillo aprendió a alimentarse del amor del Corazón de Cristo que gritó «vengan a mí los los cansados y agobiados que encontrarán en mí su descanso». (Mt. 11, 28-30); el Papa como buen Jesuita nos hace recordar aquellos encuentros de hermanos, mayoritariamente campesinos, pero tambien de las ciudades, que se reunían convocados y venidos de distintos lugares para orar, para alimentarse de la Palabra de Dios y su presencia, para comprometerse con el Reino y continuar la vida. Eran tiempos sencillos de hace cuarenta o cincuenta años hacia atrás. Tiempos que cargados de sus propios desafíos, y amhelos, permitían todavía beber del Espíritu.
Es por tanto un enciclica cargada de Espiritualidad aquella que sostiene y que nos remite a la fotografía del Papa Francisco cuando lo vimos caminando solo bajo la lluvia en la plaza de San Pedro desolada por la ausencia y el encierro de la humanidad en tiempos de pandemia, cuando el ser humano debió aprender a alimentarse de algo mas que la nada ante el acecho de la muerte.
Siguiendo la tradición y la linea de la sabiduría del Corazón, (sapiencia cordis) linea bien trazada por el Papa como propuesta para buscar dentro del corazón de Dios y el corazón humano; y beber del propio pozo.
Es la enciclica también una legítima denuncia tenáz y valiente sin temor, del mundo egoista y vacío de lo esencial que venimos construyendo, mundo que no solo ha sacrificado miles y millones de vidas sino que sigue borrando el rostro de millones de humanos.
Es una encíclica para leer, meditar y orar; para ir a las fuentes del Espíritu y beberlo desde la realidad. Para ir a las fuentes de la carne creada y redimida de la humanidad desde la cual debemos recuperar el valor de la dignidad y reconstruir los rostros. Es una encíclica para comprometerse a reenderezar el futuro que va perdiendo su horizonte.
A los creyentes en Guatemala nos coloca frente a los diferentes periodos de nuestra história, y de nuestros conflictos no cerrados. Nos pone ante el cristo y ante el hermano. Nos coloca ente el Cristo cruficado que nos muestra el rostro de todos los hombres y mujeres recordándonos lo escrito en aquella cruz de Panzós, en la Tinta, Alta Verapáz: «Toda mujer y todo hombre son mi hermano.»