Demosle una mirada a la coyuntura eclesial. La Iglesia en el mundo. ¿Que hace la Iglesia?, ¿como vive y como sirve en medio de la realidad nacional y local de cada día?. En diferentes espacios de medios de la comunicación en general, recibimos noticias mundiales y locales de la palabra del Papa y de las distintas instancias de Iglesia. Comunicados, mensajes, homilías, noticias que nos llegan también por estos medios. A sí mismo del Magisterio de la Iglesia regional, nacional y local. De las comunidades cristianas, las comunidades de base y de diferentes organismos.
¿Que ocurre en la Iglesia? Una noticia, de las noticias de caracter internacional, es que el Papa Francisco ha declarado este año 2024 como el año de la oración, y el año ira siendo un tiempo de oración ofrecida por la Iglesia en preparación al año jubilar 2025 que se realizará el próximo año, Dios mediante. De tal manera que la Iglesia, siguiendo el llamado del Papa, dedicará este año a la oración rogando para que hayan buenos frutos y buenos resultados para la Iglesia y la humanidad en todo momento, pero especialmente a lo largo del próximo año 2025 que será el año del Jubileo.
Antes de hablar del año del Juibileo de la Iglesia, demosle una mirada al Mitsvá de Shmitá y el Jubileo Judío que es la raíz. Para ello incluyo en esta publicación informativa que es parte de una nota publicada sobre el Jubileo del pueblo Judío.
¿Qué es la shmitá y el Jubileo?
La mitzvá de shmitá fue dada a los judíos en el desierto para el momento en que recuperaran la tierra de Israel, sin embargo, no pudo ponerse en práctica hasta catorce años después de que Josúe hubiera entrado a tierra santa, pues para cumplir con la mitzvá era necesario que se dividiera la tierra entre las tribus. Desde ese momento se empezaron a contar y dividir los años en ciclos de siete; los primeros seis años se trabajaba la tierra, el séptimo se dejaba descansar; cuando se cumplían siete ciclos de shmitot (plural de shmitá) completos, tras el año número cuarenta y nueve, en el año cincuenta se festejaba el Jubileo (yovel en hebreo), durante el cual se liberaban a familias enteras de esclavos.
Reglas de antes
Durante los años de shmitá, no sólo se dejaba descansar la tierra, también se perdonaban las deudas y se abrían los cultivos para el que necesitará pudiera comer de ahí. Hay ciertas opiniones halajicas que sostienen que también se liberaban a los esclavos judíos de su servicio con una restitución. En cuanto al Jubileo, se mantenían todas las reglas de la shmitá, pero se intendificaban: se liberaban a todos los esclavos, judíos y no judíos por igual, con familia o sin familia (había esclavos que tras cumplir con su labor de siete años decidían quedarse en el servicio de su amo por amor a la familia que habían adquirido durante sus años de trabajo) y se redistribuían las tierras para dar lugar a aquellas familias que habían perdido su patrimonio.
El sentido de ambos ciclos era doble, por un lado nos invita a reconocer que tanto la tierra, como la abundancia la da Dios y pertenecen a Él; por el otro nos obliga a ver al prójimo y se crea un balance para quienes más carecen: el más pobre tiene que comer, el deudor recupera su casa y el esclavo su libertad.
El sitio oficial del jubileo de la Iglesia Católica informó sobre este acontecimiento de Iglesia que se vivirá durante el año 2025 haciendo publica la información que nos orienta, el sitio oficial publicó la siguiente nota de información:
Jubileo’ es el nombre de un año particular: parece que deriva del instrumento utilizado para indicar su comienzo; se trata del yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido anuncia el Día de la Expiación (Yom Kippur). Esta fiesta se celebra cada año, pero adquiere un significado particular cuando coincide con el inicio del año jubilar. A este respecto, encontramos una primera idea en la Biblia: debía ser convocado cada 50 años, porque era el año ‘extra’, debía vivirse cada siete semanas de años (cfr. Lv 25,8‑13). Aunque era difícil de realizar, se proponía como la ocasión para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación, y conllevaba el perdón de las deudas, la restitución de terrenos enajenados y el descanso de la tierra.
Citando al profeta Isaías, el evangelio según san Lucas describe de este mismo modo la misión de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18‑19; cfr. Is 61,1‑2). Estas palabras de Jesús se convirtieron también en acciones de liberación y de conversión en sus encuentros y relaciones cotidianos.
Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II. También hay momentos ‘extraordinarios’: por ejemplo, en 1933, Pío XI quiso conmemorar el aniversario de la Redención y en 2015 el Papa Francisco convocó el año de la Misericordia. También ha sido diferente el modo de celebrar este año: en el origen coincidía con la visita a las Basílicas romanas de san Pedro y san Pablo, por tanto, con la peregrinación, posteriormente se añadieron otros signos, como el de la Puerta Santa. Al participar del Año Santo se obtiene la indulgencia plenaria.
En la carta dirigida al responsable de impulsar el año del Jubileo, el Papa Francisco dijo:
Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7).
Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente. Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y la cuidemos (cf. Gn 2,15), no descuidemos, a lo largo del camino, la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común. Espero que el próximo Año Jubilar se celebre y se viva también con esta intención. De hecho, un número cada vez mayor de personas, incluidos muchos jóvenes y adolescentes, reconocen que el cuidado de la creación es expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia a su voluntad.